domingo, enero 23, 2005

Manuel Castells: "No hay un plan estratégico que predetermine la innovación" .

El futuro de Catalunya pasa por el aumento de la productividad, y la productividadpasa por un cambio radical en nuestra manera de pensar y actuar. Nuestro problema es estructural y cultural. Más vale que espabilemos...
Competitividad y emprendimiento

UNOS DICEN que faltan proyectos y otros que faltan fondos, pero lo que
no abunda son los emprendedores que consiguen serlo

MANUEL CASTELLS - 00:00 horas - 22/01/2005 En estos días, los agentes sociales y el Govern de la Generalitat de Catalunya han terminado de consensuar un Acord estratégic per a la internalització, la qualitat de l´ocupació i la competitivitat de l´economia catalana, tras un largo proceso ideado por el conseller Castells y gestionado por Andreu Morillas desde la Conselleria d´Economia i Finances. Se trata de una estrategia de conjunto, concretada en una larga serie de medidas en diversos ámbitos de la actividad, de la mejora de infraestructuras y la financiación del emprendimiento a formación, investigación, empleo y mejora de la calidad de vida de los trabajadores y de la población en general. Se trata de una reorientación en profundidad de la actividad económica y empresarial que se hace tanto más urgente cuanto más se hace sentir la dificultad de mantener el modelo de crecimiento de la economía catalana de la década de los noventa.

Un estudio del profesor Josep Oliver (el principal cerebro analítico tras la estrategia plasmada en el acuerdo) muestra cómo los principales factores que presidieron ese crecimiento fueron coyunturales y no repetibles. Y cuando la coyuntura ya no es favorable, hay que recurrir a la fuente perenne de creación de riqueza: la productividad. La productividad depende, fundamentalmente, de la formación, la innovación (incluida la tecnológica) y la capacidad de emprendimiento de una sociedad. Y aquí empiezan las malas noticias: la productividad de Catalunya entre los años 1995 y el 2003 creció a un promedio anual del 0,5%, lo cual representa un ritmo tres veces menor al de la UE, cinco veces menor al de Estados Unidos y siete veces menor al de Finlandia, la economía del conocimiento más avanzada de Europa. Y, según los estudios de Xavier Vives, la capacidad de innovación tecnológica ha retrocedido en relación con regiones europeas competidoras, así como en relación con Madrid y con Euskadi. Pero, al mismo tiempo, la economía catalana ha mantenido sus mercados en España y se ha internacionalizado considerablemente, de forma que el sector exterior de la economía catalana pasó del 58% del PIB en 1994 al 108% en el 2003. ¿Cómo puede ser? Por un lado, porque el crecimiento es mucho mayor en importaciones que en exportaciones, o sea, que perdemos competitividad en una economía cada vez más abierta. Y aún está por llegar el choque del textil recién liberalizado a nivel mundial. Pero, sobre todo, porque lo esencial de nuestra competitividad se ha hecho sobre la base de menores costos y precios relativos más bajos que los de nuestro entorno. Esto se acabó, primero por la deslocalización productiva hacia Europa del este, África del Norte, China y lo que venga. Segundo, porque la estabilización gradual del Mediterráneo plantea una competencia creciente a un modelo turístico centrado en el consumo masivo de sol y luna y que se resiste a reconvertirse cuando aún está a tiempo. Tercero,porque buena parte del empleo y la demanda interior procedió en estos años del crecimiento de la construcción, un sector poco productivo y que toca techo en su expansión. Cuarto, porque en el ámbito internacional la competitividad no se da en relación a una producción de bajo costo y de baja calidad, sino con países que disponen de fábricas modernas y trabajadores con educación secundaria que aseguran una productividad media y una calidad de producto no muy alejados de los nuestros, a costo muy inferior. En esas condiciones, no sólo las multinacionales localizarán cada vez más su producción en otras áreas, sino que las propias empresas catalanas necesitan internacionalizarse parcialmente para sobrevivir. Y de hecho han triplicado su inversión en China en el año 2004.Ante esa pérdida de competitividad de un territorio sólo cabe una estrategia: la competitividad que se base no en costos y precios, sino en productividad de proceso e innovación de producto. Pero de forma que genere valor y cree puestos de trabajo en el territorio del país. Esto no se consigue simplemente con los ingredientes consabidos de infraestructuras, recursos humanos de calidad, investigación y aplicación innovadora del conocimiento. No hay un plan estratégico que predetermine la innovación .
La innovación la tienen que encontrar los innovadores. Y el mecanismo mediante el cual todos esos factores se hacen proyecto empresarial innovador y competitivo que crea nuevos productos e inventa nuevos procesos es el emprendimiento.

Las pymes son las que, proporcionalmente a los recursos invertidos, crean más empleo y más riqueza. Y además, son las que se arraigan en el territorio, movilizan los recursos humanos de éste mientras van creciendo y luego se internacionalizan. Al tiempo que otras pymes fracasan y nuevas pymes nacen y reproducen el proceso. Es un mito el pensar que la gran empresa es el motor de la innovación y el empleo. Ése es el viejo modelo industrial. Todas las grandes empresas multinacionales de Silicon Valley, todas, nacieron como microempresas a partir del emprendimiento innovador.Ycuando se hicieron grandes y se globalizaron, nuevas oleadas de proyectos vinieron a ocupar su lugar. Y tanto que se habla de China, lo que se sabe menos es que son los burócratas emprendedores de los gobiernos locales y provinciales los que forman empresas en contacto con capital extranjero y crecen en el mercado chino y luego en el internacional.

El emprendimiento es el mecanismo que articula la innovación para incrementar productividad, a condición de disponer de los recursos humanos y tecnológicos adecuados. Se dice que Catalunya es tierra de emprendedores. Fue, pero está dejando de serlo. Porque no basta la cultura emprendedora, aunque es indispensable. Hace falta el conocimiento científico y tecnológico unido a la capacidad empresarial.
Y aunque las universidades han mejorado considerablemente en los últimos años y aunque hay múltiples fundaciones y programas para establecer la relación entre universidad y empresa, el contexto jurídico, fiscal, administrativo y cultural no favorece esta relación.Ycuando al fin surge una emprendedora, con un proyecto, se encuentra con el conservadurismo de las instituciones financieras españolas y la burocracia de los programas administrativos, que aún no distinguen bien entre subsidio y capital riesgo. Así, en España en el 2000, las inversiones en capital riesgo representaron el 0,18% del PIB, en comparación con el 0,4% de la UE y casi el 2% en EE.UU. O, en otro ámbito, el número de días promedio necesarios para crear una empresa en España es de 115, en comparación con los 30 días de la zona OCDE. Y de las 176 redes de inversores informales (business angels) contabilizadas en la UE, en España sólo hay
2 (en Francia hay 49). Cierto que van surgiendo ejemplos aislados de innovación en la financiación del emprendimiento como son, para citar ejemplos, los programas de Barcelona Activa y algunos del Cidem en el sector público, o el programa por internet Emprendedor XXI impulsado por La Caixa. Pero son gotas en un océano de proyectos fracasados antes de empezar, en un ambiente de galgos y podencos en que unos dicen que faltan proyectos y otros que faltan fondos, pero en donde lo que desde luego no abundan son los emprendedores que consiguen serlo. Yes que el desarrollo, y las características del modelo de desarrollo, surgen sobre todo de un modelo cultural. Pienso, luego produzco.Si las formas en que imaginamos nuestro futuro económico son dependientes del pasado industrial de la gran empresa, si no entendemos que la formación de grandes conglomerados financieros industriales dominantes no es sino la puesta en forma de la riqueza que se crea por emprendedores innovadores en un tejido empresarial descentralizado, y si no entendemos que ese tejido se genera en la propia sociedad y a partir de sus instituciones, nuestra decadencia material sera lenta pero ineluctable (aunque siempre nos quedará el espíritu).

En ese contexto, el acuerdo alcanzado abre una ventana de esperanza.
Pero no puede quedarse como catálogo necesario de medidas de gestión, por apropiadas que sean cada una de ellas, sino que tiene que marcar un cambio cultural en nuestra capacidad de entender y gestionar la economía globalizada del conocimiento.