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A los 49 años, con un sueldo anual de 900.000 euros y un papel clave en el coloso europeo de los teléfonos móviles, ha escrito una carta: "Querido presidente, le dejo". Y ha retomado su vida. Ahora, Sari Baldauf nos cuenta cómo son sus días, nos describe su compromiso social a beneficio de los jóvenes de los países más pobres y revela el motivo de su gesto: "Me gustan las cosas sencillas, ir a coger setas al bosque, por ejemplo. Y en el uso del tiempo hay límites". Helsinki. Se anuncia con el taconeo de un par de zapatos de tacón alto, aquí, donde las calles están cubiertas de nieve y donde hoy el termómetro marca seis grados bajo cero. El paso es ligero, pero no porque Sari Baldauf sea desde hace un par de semanas una mujer libre: también antes era ligero, cuando era la señora de Nokia, el coloso europeo de las telecomunicaciones, miembro del comité de una empresa de 55.000 empleados, vicepresidenta ejecutiva y directora general de las redes, las infraestructuras sobre las que las informaciones corren de un extremo a otro del mundo. Ahora bien, la señora, a la que el Financial Times ha declarado la mujer más influyente de los negocios europeos y que estaba orgullosa de serlo, a la que algunos en la comunidad de los negocios esperaban ver ocupar el puesto de Jorma Olikia, el jefe ejecutivo con contrato con fecha de caducidad, ya no es nadie. Ha vuelto a ser sólo lo que de verdad le importa: Sari, una persona, y no un papel; un nombre que se puede encontrar en la guía telefónica, y no el único nombre femenino del Consejo de Administración de la empresa; alguien que pasa el tiempo leyendo, yendo al gimnasio, esquiando con los nietos, y no la infatigable mujer de negocios que sube y baja de los aviones para firmar contratos de un extremo a otro de este mundo. Estrecha la mano con el máximo calor posible para un finlandés, sonríe sólo con los ojos, se quita el abrigo de visón y se disculpa: "Tengo un hambre feroz, tengo que pedir un sándwich". Tiene el pelo negro muy corto, es menuda y va muy elegante. Éste ya no es su lugar de trabajo, no le gusta, pero entiende la curiosidad de haberla elegido a ella, así que ahí está de nuevo, durante un breve paréntesis, en la que durante veinte años ha sido su sala de reuniones, dispuesta a responder a la pregunta: ¿por qué una persona en la plenitud de su carrera, destinada a metas aún más altas, poderosa, influyente, con buena salud, joven y culta, querida por sus accionistas, decide dejarlo todo? ¿Quizá porque al cabo de veinte años de trabajo la ha vencido el cansancio? Esta vez, Sari sonríe de verdad: "No, no estoy en absoluto cansada. He dormido bastante estos diez días". Luego se pone seria: "Cuando haces algo muy interesante, que te absorbe tanto, es realmente muy difícil saber cuándo parar. Cuando empecé a trabajar para Nokia, hace 21 años, pensaba quedarme unos tres años y luego empezar a buscar otra cosa. En cambio, descubrí que era mucho mejor hacer las cosas en la práctica que estudiarlas en la teoría. Pero estar en la cima y tener el poder nunca fue mi objetivo: siempre me ha movido el gusto por hacer funcionar las cosas. Trabajaba entre 12 y 14 horas diarias, y cuando se viaja mucho, las horas son muchas más: acabas las reuniones, cena de negocios, vas al hotel y te conectas con los tuyos para leer el correo que mientras tanto has recibido en Finlandia. Cuando tienes una función global, sin fronteras, cuando hoy estás en China y mañana en París, estás de servicio las 24 horas del día durante siete días a la semana. No me quejo, ha sido emocionante. Pero llega un momento en el que quieres mucho más tiempo para ti y para tus intereses personales". Se ha escrito que Sari se dedicará en cuerpo y alma a la Youth International Foundation, que se ocupa de los jóvenes, de preparar un futuro para los chicos. Pero esto es cierto sólo en parte: desde hace ya cinco años está en la junta directiva de la asociación, y Nokia ha lanzado con ellos un proyecto para permitir a las comunidades más periféricas conectarse con el resto del mundo. Punto de partida En uno de sus últimos discursos como Lady Nokia, incómoda porque la llamen para que hable como una supermujer, casi se disculpó por su condición privilegiada: "Nuestra educación, el derecho que se nos ha reconocido de ocuparnos de nosotros mismos, la posibilidad de tener un trabajo, nos hace muy distintos de otras personas que, sin embargo, son como nosotros, hacen que yo sea distinta a otras mujeres como punto de partida, y obviamente, también como meta de llegada. La mitad de la población mundial vive con menos de dos dólares al día, la mitad de la población tiene menos de 25 años, el 85% de los jóvenes vive en un país pobre, y el 40% de los parados son chicas". Sari Baldauf también pensaba en ellos durante sus años en la cima. Por tanto: "Ahora, durante seis meses, no haré nada. He decidido disfrutar de un periodo de alejamiento, y luego ya veremos. No me gustaría encontrarme de nuevo con la agenda llena de la mañana a la noche, y esto es un peligro, porque soy una persona que tiende a dejarse arrastrar por las cosas, no me gustaría que mi madre volviera a regañarme, porque se queja de que siempre estoy volando". La decisión de hoy, dice, estaba tomada desde hace ya tiempo. "Hay que planificarse, porque si no, la vida hace sus planes y se anteponen a los tuyos y te mantiene dentro". Hace tres años se lo comunicó a su presidente, y hace diez dio un primer paso, "un acto relacionado lógicamente con lo que he decidido ahora: seis meses de excedencia para esquiar y para estudiar la historia de Europa y la cultura de Asia". "De verdad que no es cansancio. Todavía quiero trabajar, y no sería capaz de no hacerlo. Pero habrá otras formas. Siempre he pensado que no quiero perder mi identidad, que no quiero confundir mi persona con el papel que desempeño. Quiero ser yo misma. Nokia ha sido un lugar maravilloso para trabajar, hay mucho respeto, pero debía encontrarme a mí misma". Sigue levantándose entre las seis y las siete de la mañana, porque "está bien tener un largo día por delante"; juega al tenis, va a la montaña, en su precioso chalet de la costa meridional de Finlandia; irá pronto a Italia, "a Siena, la Toscana es tan dulce", a estudiar uno de los pocos idiomas que no conoce, el italiano. Y ahora, una vez terminado el sándwich de pan negro, tiene algo de prisa, ha de ir al gimnasio. El éxito, un peligro | | | | | | "PARA UNA MUJER", dice Sari, "es más sencillo elegir si quiere trabajar o quedarse en casa. Los hombres son menos libres, sufren una presión social muy fuerte". Pero es la única diferencia de género que admite. "Cuando trabajas, eres tú mismo. No creo que exista un modelo femenino y otro masculino de ejercer el poder. Es un estereotipo, una opinión caduca, superada; yo nunca he sentido que tuviera que ser como un hombre, ni tampoco he percibido nunca que esto fuese lo que los demás esperaban de mí. Las diferencias son sólo culturales y personales. Quizá para las mujeres sea más fácil abrirse a las emociones, ser capaces de escuchar. Diferencias difuminadas, desde luego, en un país nórdico; en Finlandia, las mujeres tienen derecho al voto desde 1906. El presidente de la República es una mujer, al igual que la mitad de los ministros del Gobierno". A Sari Baldauf no le gusta hablar de sí misma. "Mi familia es una familia corriente, no hay nada que contar". Nació en un pueblecito en la frontera con Rusia, pero a los tres años se trasladó a la costa meridional, a Kotka. Su padre era empresario, y ella, la mayor de cuatro hermanos; quería ser médico, pero luego, influida por lo que siempre había visto en su familia, se apuntó a Económicas. La licenciatura, el matrimonio, el primer día de trabajo como directora de marketing de Abu Dhabi, donde había seguido a su marido. En 1983, el encuentro con Nokia. Y desde entonces, un éxito cada vez mayor. Pero también un alejamiento cada vez mayor: "El éxito no es algo gratuito que alcanzas una vez por todas. Tienes que ganártelo día a día. Y si te dejas llevar, puedes acabar en la arrogancia o en la autocomplacencia: ya no escuchas, o te vuelves perezoso. Y de todas formas, el éxito no es nunca de una persona, es de un grupo. "El éxito es peligroso para los individuos, pero también para los países, las sociedades. Hay que tener cuidado, porque es siempre relativo". | | | | | | | | | | © La Repubblica Traducción de News Clips
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