martes, septiembre 27, 2005

¿Pasamos de una vez de los abuelitos del 68?


por Ramon

En estos días me he tropezado en rápida sucesión con tres noticias "generacionales":
(del Pregón de las Fiestas de la Mercè por Rosa Regàs)

La escritora Rosa Regás ha reivindicado en el pregón de apertura de las fiestas de la Mercé el papel cultural desempeñado por el colectivo de artistas y escritores que integraron la "gauche divine" barcelonesa en los años sesenta, una generación "poco valorada por los moralistas" a su juicio.

De la convocatoria de la revista Nexus sobre jóvenes creadores barceloneses.

Una generación "en construcción" que "encuentra muchas dificultades para dar visibilidad a sus creaciones", dijo Manuel Guerrero, moderador del debate, [...] la presencia "casi inexistente" del arte catalán contemporáneo en manifestaciones internacionales (Glòria Picazo); la falta de horizontes de futuro en Catalunya para los jóvenes compositores y la denuncia del "parricidio consentido de la Orquestra de Cambra del Teatre Lliure" (Benet Casablancas); [..] que los jóvenes dramaturgos no tienen salidas y que faltan espacios donde exhibir las creaciones teatrales (Marc Rosich).

De Laura Freixa que recoge el fenómeno emergente de la Generación 69 ("no pun intended") que empieza con esto:

Los hijos del 68 están hartos. Hartos de que se les llame narcisistas, apáticos, despolitizados, comodones. Hartos de que se les desprecie cuando se manifiestan contra la reforma educativa, y no contra el principio de realidad, por ejemplo. Hartos de que se les retrate como autistas enganchados a internet, eternos adolescentes instalados en casa de papá y mamá, que ya no saben qué hacer para quitárselos de encima. Hartos de burlas y reproches... Eso, al menos, dicen Laurent Guimier y Nicolas Charbonneau, autores de un libro que acaba de salir en Francia: Génération 69. Les trentenaires ne vous disent pas merci.

Añade esto:

¿Apáticos, hedonistas, narcisistas...? Para narcisismo, el de la generación anterior, convencida de sus propios méritos, de su rebeldía gloriosa, sin darse cuenta de que es fácil hacer pintadas y tirar piedras en una sociedad democrática y próspera, con buenas perspectivas de empleo

y termina con una pataleta anticipada como otra abuelita del 68 en ciernes:

Y entendemos también algo que, la verdad, no nos hace mucha gracia: con la misma furia y la misma buena conciencia con que atacábamos a nuestros padres - sólo los pretextos han cambiado-, nuestros hijos nos atacan a nosotros. Lo único que nos consuela es que si Dios nos da salud, dentro de treinta años veremos cómo toman el relevo nuestros nietos.

La verdad es que los sesentayocheros son un peñazo con el reloj parado y la mirada atrás: copan el poder, articulan defensas, bloquean el paso (si los criticas te convierten en "moralista", por ejemplo) y se permiten despreciar a las generaciones venideras.

Haced la prueba y preguntadle sobre el valor revolucionario de los ordenadores a alguna abuelita o abuelito del 68... y ya veréis por donde os salen.

Lo adecuado sería hacer, hacer y hacer y dejar entrentenidos en su charla autoreferente a los abuelitos taponadores.