lunes, septiembre 06, 2004

Siguiendo con el tema del P2P, adjunto un artículo que escribí en la legendaria revista Ajoblanco a principios del 1999 sobre el "incipiente" mp3 y su posible devenir y donde apuntaba mi opinión sobre la necesidad del cambio de modelo de negocio de las discográficas. ..

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¿Qué es el MP3?

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Primero fue el cassette grabable de Philips en 1963. Ya en 1982 estas mismas compañías lanzarían al mercado el Compact Disc. En 1987, otra vez Sony inicia con el DAT la senda de la grabación casera de música con calidad digital; en la década de los noventa llega el mini-disk, las grabadoras domésticas de CD. Durante 36 años se ha podido burlar a las discográficas grabándote la canción del verano de un amigo y lo único que ha pasado es que las compañías de discos cada vez ganan más dinero. En 1998 se vendieron 846 millones de CDs nuevos en todo el mundo. ¿Va el MP3 a acabar con este filón? No es probable. Lo que va a pasar es que por primera vez serán las empresas discográficas las que se tendrán que adaptar a la voluntad del comprador y no al revés.

El MP3 no es más que otro archivo informático que almacena una canción. ¿Donde está la novedad? Que el archivo ocupa una décima parte de lo que ocupaba hasta ahora con los formatos de audio tradicionales. Por lo tanto, viaja por la Red diez veces más rápido y hace que empiece a tener sentido descargarte música de Internet porque, con un poco de suerte, en cinco minutos tienes la canción en tu disco duro. Luego puedes escucharla en tu ordenador con un programa especial que también puedes conseguir gratis en la la Red, grabártela en un CD si tienes grabadora o almacenarlo en un walkman para MP3 que ya puedes encontrar en la tienda de electrodomésticos de la esquina y escuchar la canción en el metro.

¿Qué temen las discográficas? Lo que temen es que cualquier hijo de vecino que tenga su página web puede volcar en ella fácilmente toda su discoteca personal y cualquier nieto de vecino descargársela. Y estamos hablando de hijos, nietos y vecinos de cualquier parte del mundo. Se están descargando 17 millones de archivos MP3 de Internet cada día. Según la revista americana Wired sólo en los seis primeros meses de 1999 se han realizado 3000 millones de descargas. Muchas son de webs piratas pero cada vez más van surgiendo sitios web donde todo lo que se ofrece es perfectamente legal. Existen grupos de música y cantantes que han entendido el MP3 como una forma de promoción y están cediendo sus derechos a páginas web como Internet Underground Music Archive (www.iuma.com) o UBL (content.ubl.com/cca/rio) que centralizan la oferta y ponen a disposición de los internautas parte de sus discos para ser descargados gratuitamente. O pagando 5000 pesetas por un bono de 100 canciones, como hace WebListen (www.weblisten.com), una empresa española que lleva más de un año vendiendo música en la Red con formato MP3 de manera completamente legal, debido a un acuerdo con la Sociedad General de Autores de España (SGAE).

Y esto es sólo el principio. Porque en la Red también se puede escuchar música sin necesidad de descargártela. Aparte de que en la mayoría de páginas que ofrecen archivos MP3 se puede oir la canción antes de grabarla en tu disco duro, en Internet también es posible escuchar la radio. En Vtuner (www.vtuner.net) puedes encontrar el índice de todas las radios del mundo que emiten por Internet. Puedes hacer la búsqueda por tipo de contenidos o por zona geográfica y las hay a millares. Desde Argelia a la India.

¿Y qué pasará cuando en un futuro muy cercano lleguen tecnologías como el cable y el ADSL que permitirán velocidades de descarga 200 veces más rápidas que ahora? Entonces los que se pondrán a temblar serán las productoras de cine: con el abaratamiento de la producción de largometrajes en video digital y la velocidad de la Red será posible volcar en tu página web la película que has realizado por 200.000 pesetas y que se vea en todo el mundo. Y si es buena, tranquilo que ya saldrán sitios web donde se centralicen las películas y sirvan de plataforma de promoción de tu ópera prima.

El MP3 es sólo el primer acto de la función.

¿Es el fin de los intermediarios?

Por primera vez, el cambio en la manera como escuchamos música no proviene de los departamentos de investigación y desarrollo de empresas como Sony o Philips, inventoras del la cinta de cassette y del compact disc, sino de la voluntad popular expresada a través de millones de descargas de archivos informáticos diariamente. Claro que la tecnología en la que se basa el MP3 es una creación salida de unos laboratorios de investigación(del alemán Institut Integrierte Schaltungen, concretamente), pero su repercusión en el mercado discográfico no ha llegado hasta la difusión de los módems a 56K y los microprocesadores de 300-Mhz. Y lo que es más importante, no surgió de la propia industria del disco. Por lo tanto no nació con espíritu de mercado. Lo único que pretendían los tecnólogos alemanes era crear una manera de difundir contenidos de audio de calidad digital por la Red de forma eficiente.

Lo que el MP3 ha hecho es remover los cimientos de la industria: el copyright. Es decir, la restricción del derecho de otros a copiar la expresión física de ideas sin permiso, o sea, sin pagar. El archivo maldito permite todas las copias que quieras y por lo tanto su reventa sin ningún tipo de control.

Las discográficas tenían que reaccionar. Tenían que adaptarse para poder seguir ganando dinero. Y, al menos en Estados Unidos , lo están haciendo.

La primera reacción de la industria fue la de condenar unánimemente el nuevo fenómeno. Luego se dieron cuenta que, por primera vez, el tema les superaba. Y pensaron, si no puedes vencer a tu adversario, únete a él. O todavía mejor, imítalo. En eso están. El pasado diciembre, la RIIA(Recording Industry Association of America), junto con, entre otros, las cinco mayores compañías discográficas del mundo (Sony Music, Universal, EMI, BMG y Warner Music) crearon la SDMI (siglas en inglés de la Iniciativa para la Seguridad en la Música Digital) con la intención de “establecer el conveniente acceso de los consumidores a la música en todos los formatos protegiendo la propiedad intelectual de los artistas y los sellos discográficos y permitir así el éxito empresarial de los mismos”. Lo que realmente están haciendo es desarrollar estándares como el MP3 pero que dispongan de sistemas de seguridad digital o “digital watermarking”. Este sistema añade información al fichero que se descarga para identificar al propietario o origen del archivo. Esto permite hacer el seguimiento de cualquier canción que ha sido grabada de Internet y saber quién es el poseedor del copyright. Si, por ejemplo, bajas cien canciones de una página web de una discográfica, las grabas en un CD, haces 500 copias y las vas a vender al rastro, si te pillan, pueden identificar el propietario de los derechos de las canciones que contiene el Compact Disc y, como lo más seguro es que no seas tú, lo mejor que puedes hacer es buscarte un buen abogado. Es más, no sólo están poniendo las cosas fáciles a la policía, también están intentándo ganarse al cliente: los archivos que desarrollan son varias veces más rápidos de descargar que el MP3 y, dicen, de mejor calidad de sonido. Virgin, otro gran paquidermo de la industria, también ha reaccionado: desde julio, sus tiendas en Estados Unidos cuentan con un kiosco MP3. Dentro del mismo establecimiento, un recinto convenientemente equipado con ordenadores permite al cliente crear un CD con música descargada de la Red. Eso sí, sólo de sitios web que tengan un acuerdo con Virgin, y a 1$ por canción.

Pero las discográficas no lo van a tener fácil. La masiva inversión que representará para ellas el tener que convertir sus catálogos en formatos de archivos informáticos y las contradicciones internas con las que se están encontrando algunas de las majors como BMG o Sony (la primera por sus intereses en la industria de manufacturación de cassettes y CDs y la segunda en su area de reproductores de audio como los Walkman o las cadenas Hi-Fi) son escollos que pueden impedir que cojan el tren a tiempo. Antes de que, por ejemplo, los grupos y cantantes de hip hop, jazz y blues se agrupen en una página web y ofrezcan parte de su música gratuitamente. Y esto ya está pasando (véase www.worldwidebands.com).

¿Estamos hablando del ocaso de los intermediarios? La Red dirá.

por Oriol Lloret Albert